Padre Ernesto Rojas miembro del Consejo Consultivo
Para la Agrupación Universitaria Riva Agüero es grato presentar al
Padre Ernesto Rojas Ingunza como miembro de nuestro Consejo Consultivo.
El Padre Ernesto Rojas Ingunza, nacido en Lima (1963), es sacerdote
diocesano y Párroco de San Judas Tadeo. Tiene estudios de Derecho e
Historia en la PUCP, y de Teología en la Facultad de Teología Pontificia
y Civil de Lima, y en la Universidad de Navarra.
Doctor en Teología con especialidad en Historia de la Iglesia. Actualmente, es profesor del Departamento de Teología de la PUCP.
En esta oportunidad, compartimos un artículo del Padre Rojas sobre la
coyuntura suscitada en la Pontificia Universidad Católica del Perú por
la reforma de los estatutos planteada por la Santa Sede.
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LA IDENTIDAD DE LA PUCP EN DISCUSIÓN
En los últimos meses se ha planteado la posibilidad de que la
Pontificia Universidad Católica del Perú deje de ser pontificia y
católica, después de casi cien años de existencia. Algunos dirigentes
estudiantiles y profesores han declarado públicamente que si la defensa
de su autonomía implicase el dejar de serlo, estarían de acuerdo, de
modo que se ha generado una situación que pone en cuestión –y riesgo- la
catolicidad de la universidad.
Aunque la PUCP ha ratificado institucionalmente su identidad
católica, declaraciones de miembros de la comunidad universitaria a lo
largo del tiempo indican que su relación con la Iglesia ha devenido en
confrontacional, en tanto la afirmación de la identidad universitaria se
realiza frente a una Iglesia percibida como amenaza a su autonomía y
libertad académica. Pero creo que el tema de la libertad precisamente
nos pone ante la cuestión central: la identidad de la PUCP como
universidad católica. Si no se llega a entender que es posible la
autonomía en la catolicidad, la ruptura institucional con la Iglesia aparecerá como inevitable.
Y precisamente es aquí donde se revela -trágicamente- que a menudo se
viene pensando y hablando desde prejuicios e ignorancia sobre
cuestiones básicas, como por ejemplo, qué es la Iglesia, qué es ser un
Obispo o Papa, qué es el derecho canónico, qué es una universidad
católica, o qué una pontificia. Y en este sentido, lo que tenemos a la
vista es un debate confuso y desencaminado.
Además, a mayor dificultad, se ha producido en los hechos una
yuxtaposición de dos cuestiones de naturaleza y alcance distinto, que
tienen que ver con la PUCP y la Iglesia: la testamentaria sobre la
administración de bienes del legado de Riva-Agüero, y la estatutaria. En
efecto, mientras la primera está “judicializada” y –por más importante
que sea- es circunstancial, la segunda atañe a la articulación orgánica
entre la universidad y la Iglesia Católica, y es, me parece, una
cuestión de fondo.
De hecho, la decisión de la Asamblea Universitaria de setiembre fue
sobre el pedido de cambio estatutario que la Santa Sede (no el Arzobispo
de Lima) requirió para aprobar los actuales estatutos que, obviamente,
la Iglesia no considera acordes –tal como están- con la Ley que la
misma Iglesia promulgó en 1994 para todas las universidades católicas (y
no sólo pontificias) del mundo. Es fundamental no perder de vista que
la misma universidad, de acuerdo al derecho y su naturaleza
institucional, pidió formalmente a la Santa Sede la aprobación de sus
estatutos. ¿Y por qué, entonces, el pedido del Vaticano llegó a través
del Arzobispo de Lima?, se preguntaron muchos. Porque según el derecho
de la Iglesia, la relación entre una universidad pontificia (y católica)
y el Papa se realiza a través del Gran Canciller, que es, el obispo del
lugar. Todo esto, entre otras cosas –como los viajes de nuestras
autoridades universitarias a Roma y la ratificación de los rectores a lo
largo del tiempo- expresa que hay un engarce objetivo, con una
naturaleza jurídica determinada (que crea derechos y obligaciones),
entre la PUCP y la Iglesia, local (Lima), y universal (Roma).
Así pues, ¿cómo entender que para muchos de la comunidad
universitaria la Iglesia Católica sea percibida como un ente extraño a
la universidad, que –desde afuera- la quiere tutelar o, al menos,
controlar ilegítimamente? Es obvio que no estamos ante una cuestión
secundaria, sino ante la naturaleza institucional de la universidad.
Como católica, la PUCP no es autónoma de
la Iglesia, sino que –en cierta forma- es parte de ella desde su
constitución original y, más aún (con nuevos elementos), desde que fue
erigida como Pontificia. Por supuesto, los contenidos de su autonomía
–como persona jurídica ante el derecho civil peruano, y como universidad
católica y pontificia- es preciso comprenderlos bien y debatirlos
fundadamente, so pena de destrozar realidades jurídicas y conceptuales
objetivas, sencillamente por ignorancia. Así por ejemplo, ¿qué
significa, en el ordenamiento jurídico canónico, que una universidad sea
católica?, ¿Y qué el que sea pontificia? ¿Es mera cuestión de nombres,
de denominación? ¿Es una discusión sobre el “logo” de la universidad?
Esto es muy grave, pues el curso de los acontecimientos pone en
riesgo una realidad institucional que es patrimonio de generaciones de
peruanos y peruanas, de estudiantes, de egresados, de autoridades y
trabajadores. Banalizar el posible cambio de nombre constituiría una
traición a un proyecto y un ideal fundacional en el que por casi cien
años han trabajado miles de personas. Quienes hoy somos la PUCP no
podemos poner en riesgo el futuro de esta institución nacida como
católica y orgánicamente vinculada a la Iglesia, y no meramente
“inspirada” en principios cristianos.
Finalmente, ¿acaso son inconciliables la autonomía universitaria y la
pertenencia orgánica a la Iglesia Católica? Esta es una idea que se
afirma sin cesar en los medios, pero su repetición no la convierte en
verdadera. ¿Acaso no existen universidades católicas y pontificias en el
mundo, que ya han adecuado sus estatutos a la ley general de la Iglesia
(esto es, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae)? En
Latinoamérica hay algunas, igual de grandes o incluso más que la
nuestra, y con excelentes estándares de calidad intelectual. En ellas
hay autonomía aunque, con ciertos límites -¿qué derecho no los tiene?- y
que, por cierto, son similares a los contemplados en los estatutos que
hoy rigen a la PUCP. Ellos protegen la libertad de alumnos y profesores,
incluyendo por supuesto a los no católicos, pero piden de todos respeto
a la doctrina católica.
Que en las próximas semanas todos podamos contribuir a construir
puentes que permitan la comunicación entre los miembros de la comunidad
universitaria. Desde hace décadas, la PUCP es hogar de personas de
identidades y mentalidades distintas, que hemos aprendido a convivir en
fraternidad sin negar ni querer suprimir nuestras diferencias. Que
ojalá, sin apasionamiento, ejerciendo nuestra libertad universitaria de
pensar con seriedad y respeto, podamos estar a la altura de esta hora
difícil en que está en juego muchísimo más que un nombre. Está en juego
la identidad misma de nuestra PUCP, que precisamente se llama de esa
forma porque es Católica y Pontificia.
P. Ernesto Rojas Ingunza
Profesor del Departamento de Teología
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