El legado de José de la Riva-Agüero
El legado de José de la Riva-Agüero
Por: Emilio Candela
Historiador y docente universitario
Por: Emilio Candela
Historiador y docente universitario
Corría el año 1941, y en una
entrevista concedida al periodista Alfonso Tealdo de la Revista Turismo, un
resignado José de la Riva-Agüero concluía un balance de su vida con esta frase:
"Censurado por los viles, menospreciado por los bribones y mofado por los
viles: ese ha sido mi destino".
De esa manera, una de las mentes peruanas más
brillantes del siglo XX le ponía el epitafio final a una trayectoria académica,
intelectual y política sobresaliente, acaso presintiendo la cercanía de su
partida, la cual se produjo tres años más tarde, un 25 de octubre de 1944.
Hablar del legado de Riva-Agüero implica no solo
recordar y resaltar sus indudables logros y méritos en el campo intelectual,
sino encontrar las enseñanzas que esa impecable trayectoria puede brindarnos
como un ejemplo a seguir. Creo que este sería el punto esencial al conmemorar
un aniversario más de la muerte de este pensador limeño, el cual dedicó su vida
a estudiar y comprender la identidad mestiza de nuestro país, y en ese camino se
involucró en la historia, la literatura, la filosofía, el derecho, la política
y la enseñanza universitaria.
Nacido en la vieja casona dieciochesca de la
calle Lártiga en 1885, tras sus estudios escolares en el colegio de La
Recoleta, el joven Riva-Agüero ingresó a la Universidad de San Marcos formando
parte de la llamada Generación del novecientos. Allí, junto a otros
destacados intelectuales como Francisco García Calderón y Víctor
Andrés Belaunde, empezó su ardua lucha por estudiar las raíces fundamentales
de la cultura peruana. Así, fue esa generación, signada por la derrota en la
Guerra del Pacífico, la que se dedicó a estudiar el Perú en su conjunto, y de
esa manera, contribuyeron a que nuestro país resurja de la honda crisis por la
que atravesaba. Fruto de esos años de constante trabajo son sus tesis de
bachillerato y doctorado, Carácter de la literatura del Perú independiente,
publicada en 1905, y La Historia en el Perú, de 1910, respectivamente. Ambos
trabajos supusieron un hito tanto en la crítica literaria como en el análisis
historiográfico, no solo por la gran erudición de los mismos; sino por el
análisis crítico y el lenguaje castizo con que fueron presentados.
Tras esos trabajos iniciales, Riva-Agüero se
abocaría en los años siguientes a persistir en el esfuerzo por explicar
que la identidad peruana era el resultado de esa mágica fusión de lo
indígena y lo hispano; es decir, que la esencia del ser peruano se encontraba
en esa cultura mestiza que fue creándose gradualmente desde los siglos de la
colonia, en la cual coexistían diversos elementos que le daban un carácter
único e irrepetible. En esa línea se insertan trabajos como Paisajes peruanos o
el Elogio al Inca Garcilaso, siendo el primero fruto de un viaje que el propio
Riva-Agüero realizó en 1912 por nuestra serranía, y que describe de manera
prodigiosa en esas páginas; mientras que el segundo fue parte de la
conmemoración del III centenario de la muerte del célebre escritor mestizo en
1916.
Fueron sus años de juventud los más productivos,
ya que las peripecias políticas de los años siguientes jugaron en contra de
ello. En 1919 Riva-Agüero se irá del país, en medio del ascenso de Leguía,
permaneciendo en Europa por once años. A su regreso, la realidad política del
país había cambiado, tornándose más polarizada e ideologizada. Fue por ello que
en estos años se produce el alejamiento de Riva-Agüero de la Universidad de San
Marcos, y su acercamiento a la Universidad Católica. En una coyuntura
en la que pocos tuvieron el valor de definirse política e ideológicamente,
Riva-Agüero lo hizo de manera enfática, brindándonos así un ejemplo de
un intelectual que siguió firme a sus principios y no claudicó a pesar de los
agravios y burlas de los que fue víctima.
Más vinculado a la política, los años treinta
también verán una obra maestra de Riva-Agüero, al publicar en 1937 y 1938 una
colección de sus discursos llamados Por la verdad, la tradición y la Patria.
Allí se muestran verdaderas piezas oratorias antológicas por la prosa fina,
directa y al mismo tiempo impactante con la cual este pensador dejaba muy en
claro sus convicciones políticas y religiosas. Tras ocupar diversos cargos
públicos, sus últimos años los dedicará a conversar con los jóvenes
universitarios de aquellos años tratando de hacerles llegar su mensaje
peruanista, integrador y respetuoso de nuestra historia y tradición.
Fue al finalizar una de esas tantas tertulias que
un ataque mortal acabó con la vida de José de la Riva-Agüero, un 25 de octubre
de 1944. Historiador, abogado, crítico literario, político, maestro de varias
generaciones y hombre de una fe religiosa profunda; Riva-Agüero se convirtió en
uno de los intelectuales más trascendentes del siglo XX, y un referente del
pensamiento conservador peruano. Si tuviéramos que mencionar los principales
aportes de su obra, ellos serían su visión del mestizaje peruano como un
proceso de largo plazo que se dio en la vida cotidiana, y el ver a la Historia
como una herramienta esencial para explicar los problemas nacionales, siendo
su objetivo final encontrar ese elemento esencial que le diera continuidad
histórica al país.
En ese sentido, su legado intelectual y humano es
muy valioso y debe ser un referente obligado para los jóvenes de hoy, así como
lo fue para los de generaciones pasadas. Será, entonces, misión de estas
jóvenes generaciones universitarias reactualizar y revalorar el legado de este
pensador, para de esa manera cambiar aquella visión pesimista que el propio
Riva-Agüero tuvo de su trayectoria en el lejano 1941.
Versión publicada en el .edu el 23 de octubre de 2009.
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